martes, 30 de enero de 2018

El español como lengua global (y el liderazgo peninsular)

El español en 2017, según el Instituto Cervantes 


De acuerdo con el informe más reciente del Instituto Cervantes, El español: una lengua viva (2017), la lengua española es la lengua materna de más de 477 millones de personas. Si a esa cifra se añade el número de personas que cuenta con una competencia limitada en el uso del idioma o que está en proceso de aprendizaje, el número aumenta a más de 572 millones.

Las cifras continúan proporcionando datos relevantes. Para empezar,  que el español es la segunda lengua materna por número de hablantes a nivel mundial. Para seguir, que el porcentaje de la población que habla el español como lengua materna se incrementa, mientras que el porcentaje de quienes hablan el chino o el inglés como lengua materna disminuye. Por último, que de acuerdo con las previsiones del informe, el porcentaje de la población mundial que habla español se mantendrá estable hasta 2050 (7.8%). 

Según el mismo informe, México lidera el listado de países por número de hablantes (más de 120 millones), seguido por Colombia (más de 49 millones) y España (más de 46 millones). En los últimos lugares del listado se encuentran Puerto Rico, Uruguay y Guinea Ecuatorial (los primeros dos con más de 3 millones cada uno y el último con apenas 845 mil).

Tomando en consideración todos estos datos, el informe continúa desgranando cifras que, de entrada, resultan sumamente relevantes. Por ejemplo, que las zonas económicas en las que se habla español concentran el 6.4% del PIB mundial. O que el factor de la lengua en común multiplica por cuatro las exportaciones bilaterales entre países hispanohablantes. Por no mencionar una situación que debería ser evidente: que la lengua común crea un entorno propicio para el intercambio comercial sin la intermediación de la traducción o el intérprete, haciéndola más sencilla y directa.

En términos del uso y la presencia de las distintas lenguas en Internet y en las redes sociales, el español ocupa el tercer lugar como la lengua más usada. En este apartado, sin embargo, México sería el único país de habla hispana en el listado de los 20 países con más usuarios de Internet.

En lo que respecta a la ciencia y la cultura, el informe actualiza algunos datos de los que hay que tomar nota. Por ejemplo, que España es el mayor difusor de la ciencia en español, que España y Argentina se encuentran entre los 15 principales productores del libro a nivel mundial o que España es el tercer país exportador de libros del mundo (después del Reino Unido y Estados Unidos).


El español: cuestión de Estado


En términos generales, puede decirse que el informe del Instituto Cervantes es el marco teórico de la estrategia presentada por el presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, el pasado 24 de enero.

Tomando como pretexto los umbrales de la conmemoración del V Centenario de la expedición trasatlántica de Magallanes-Elcano, el presidente del gobierno español presentó la iniciativa llamada "El español, lengua global", una iniciativa que no dudó en considerar de alta importancia y que incluso ha catalogado de "cuestión de Estado".

Que el idioma español sea una cuestión de Estado en España es algo que de ninguna manera sorprende si se toman en cuenta todos los precedentes que al día de hoy ya se encuentran sólidamente institucionalizados o establecidos. Ahí está la Real Academia de la Lengua Española, pero también el Instituto Cervantes, los premios Cervantes y el Reina Sofía, las empresas españolas con delegaciones en distintos países hispanoamericanos y el potentísimo sector industrial del libro. Todos ellos piezas imprescindibles y complementarias en el mosaico que constituye la lengua española y su promoción y divulgación en el exterior del país.

Como sea, la premisa esencial de la iniciativa del gobierno español es que la lengua española es un vehículo de cohesión y por lo tanto resulta conveniente estimularla reconociendo sus tres dimensiones más relevantes: el español como objeto de enseñanza, el español como soporte de contenidos y el español como mercado en el contexto de las (ya no tan) nuevas tecnologías.

Por todo lo anterior, "El español, lengua global" establece dos líneas de acción. La primera es el fomento de la cohesión y la vocación global del idioma mediante el intercambio académico, la defensa de la unidad desde los campos en los que el idioma es más relevante, la creación de una plataforma desde donde se divulgarán contenidos digitales y el impulso del turismo cultural. La segunda es, quizá, la que más repercusiones tiene: el reconocimiento explícito de un mercado con 570 millones de posibles consumidores.

"El español, lengua global" ha sido recibida con cierto escepticismo por parte del ciudadano común, en un país donde, según los índices más recientes del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), preocupan más el desempleo, la corrupción y los problemas de índole político. No obstante, la estrategia del Estado español puede interpretarse como una intención de regreso a la senda de la expansión económica y comercial fundada en la consideración de la lengua como uno de los activos más importantes del país. Así, si para el ciudadano de a pie se trata de una iniciativa que más bien pasa desapercibida, para los sectores industriales vinculados con el mercado iberoamericano deberían considerarse igualmente de alta prioridad.

Otro rasgo que genera dudas entre el ciudadano común es el bombo con el que esta estrategia se dio a conocer. Y, en realidad, no es para menos. De acuerdo con el presidente de gobierno español, una vez que se ha superado la crisis económica lo más conveniente es crecer nuevamente, apuntalando los mercados foráneos con los que el vínculo de la lengua es esencial.

No obstante, es importante indicar que la gran mayoría de las iniciativas planteadas por "El español, lengua global" ya estaban presentes en el esquema general diseñado por el Estado español desde principios de los años noventa, con la creación del Instituto Cervantes. Es más, en el último de los casos, la iniciativa del representante del Estado español revalora la importancia de una institución como el Instituto Cervantes, una oficina mermada por la crisis que en los últimos años le había quitado hasta un 38% de su presupuesto anual (por ejemplo, entre 2012 y 2013).

Presupuestos aparte, hay una cosa que no se puede dejar de reconocer y es la siguiente: con la presentación de su iniciativa, el Estado español retoma el liderazgo lingüístico en el ámbito iberoamericano. Y, como era de esperar, sigue siendo el único Estado capaz en el ámbito hispánico de ver las ventajas y los aciertos de una comunidad lingüística global.


México y la lengua española como factor estratégico


A pesar de que México ocupa el primer lugar por número de hablantes de español a nivel mundial, la relevancia que el Estado mexicano le proporciona al idioma como factor educativo y económico parece más bien insignificante si se compara con las iniciativas del Estado español.

Los datos saltan a la vista en cualquiera de los índices que resulte de importancia vital.

Por ejemplo, si la lengua es el factor esencial y universal del aprendizaje humano, algo no se está haciendo bien cuando en las estadísticas globales del Informe PISA México se encuentra por debajo del promedio de los países que conforman la OCDE en lo que a comprensión lectora se refiere.

De la misma manera, si se considera que México triplica la población de España, llama poderosamente la atención que a pesar de todo el país norteamericano publique menos de la mitad de novedades editoriales que el país ibérico. O, en esa misma línea, que México sea uno de los principales receptores de las novedades editoriales españolas mientras que, al mismo tiempo, representa solo el 16% del total de las importaciones del sector desde América, superado por Estados Unidos y seguido muy de cerca por Argentina.

En términos comerciales la lengua tampoco ha sido un factor de intercambio comercial natural ni mucho menos. Mientras en México BBVA, Santader, Iberdrola, Barceló, Mapfre y muchas otras empresas han logrado integrarse en el tejido comercial nacional, en España apenas puede apreciarse la presencia de empresas como Grupo Carso, Cemex, Grupo Modelo, Bimbo o ADO, muchas veces por los vínculos que los propios propietarios tienen con su ascendencia española y no tanto por una aventura comercial novedosa y pionera.

Como sea, queda claro que mientras en España la promoción de la lengua es un asunto de Estado y de interés nacional, en el resto de los países hispanoamericanos no pasa de ser un simple vehículo de comunicación cotidiana.

El caso de México es particularmente llamativo, entre otras razones porque siempre ha habido gestos de buenas intenciones desde la administración pública, aunque con pobres resultados. Un buen ejemplo de ello es el fallido (al día de hoy) Instituto Alfonso Reyes.

A finales de 2014, la Secretaría de Educación Pública (SEP) y la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) de México dieron a conocer la creación de un Instituto Alfonso Reyes. Este instituto se ocuparía prioritariamente de la enseñanza del español (en su variante mexicana) en países de gran interés para el país, como son Estados Unidos, Brasil y China.

La iniciativa, concebida por la Academia Mexicana de la Lengua y con director a cargo desde 2015, fue recibida discretamente por los medios de comunicación. Al día de hoy, sin embargo, parece encontrase en el limbo. Y, en el último de los casos, a pesar de sus buenas intenciones, el Instituto Alfonso Reyes habría sido diseñado con unos objetivos más bien limitados. A saber, enseñar la variante mexicana de la lengua española en ciertos países considerados estratégicos, sin proyectarla hacia otras regiones del hemisferio ni subrayar su potencial económico y, por lo tanto, estratégico.

No es de extrañar, pues, que el propio director de la Academia Mexicana de la Lengua, Jaime Labastida Ochoa, afirmara que "en México no se ve al español como en España: como un activo económico".

Como ocurre con otras tantas cosas en México, uno de sus mayores tesoros está condenado, por el momento, a jugar un papel muy secundario en el tablero de las iniciativas internacionales. A pesar, no obstante, de contar con todos los elementos necesarios para tomar la delantera.


miércoles, 24 de enero de 2018

50 fotografías con historia: la historia de la España reciente en 50 imágenes fotográficas

50 fotografías con historia
J.M. Díaz-Maroto y Félix Fuentes (eds.). 50 fotografías con historia. Madrid: Signo, 2017. ©José Carlos Morales

Uno de los sucesos editoriales de finales de 2017 en España fue, sin duda, 50 fotografías con historia, libro coordinado por el director de la Escuela Internacional de Fotografía PIC.A, José María Díaz-Maroto, y el fotógrafo y diseñador gráfico Félix Fuentes.

Su repercusión ha sido de tal calado, que al día de hoy no hay medio especializado o generalista, tradicional o multimedia, que no se haya hecho eco de la relevancia del libro. Y, en realidad, no es para menos.

La tesis esencial del libro es la siguiente: puesto que toda imagen emblemática es el producto de un contexto, indaguemos un poco en ese contexto para comprenderla mejor. Como era de esperar, el resultado es fascinante.

Es fascinante porque, para empezar, arroja luz sobre el propio trabajo fotográfico, en este caso a lo largo de la España del siglo XX. Así, uno de los primeros mitos que cae es el de la espontaneidad inesperada o el de la vertiginosidad lúcida. En realidad, el trabajo fotográfico es un trabajo de recreación artística y, a veces, de meditación pausada.

Puede ocurrir, como en el caso de Agustí Centelles, que una escaramuza de la Guerra Civil dé pie a una recreación como la que puede verse en "Guardias de asalto tras una barricada de caballos", fechada un 19 de julio de 1936. Aquí la fotografía no se encuentra reflejando la realidad tal y como pasa, sino tal y como pasó. No es reflejo inmediato de una realidad atrapada espontáneamente, sino interpretación y recreación de un suceso con repercusiones mucho más grandes. En este sentido el fotógrafo es, claramente, un intérprete de la realidad. E interpretar la realidad no es necesariamente tergiversarla o distorsionarla, sino volver a recrearla artísticamente. Fotografiarla.

Lo mismo puede afirmarse de "Chevy Azul y pareja bailando", de José María Mellado. En este caso estamos en La Habana. El año: 2006. Mellado llega a La Habana un día cualquiera por la tarde y en un paseo por la ciudad, en el Malecón, descubre a una pareja bailando junto a un Chevy azul de los años 50. La escena le parece tan bella, que decide fotografiarla. Habla con los bailarines espontáneos y al día siguiente, por la tarde ("a mi hora", dice Mellado, cuyas fotografías se caracterizan por unos cielos abiertos y apabullantes), dispara una serie de la que saldría la fotografía de marras.

La fotografía es, pues, recreación artística, pero también elección. Mellado muestra la serie de fotografías de aquella tarde (las hojas de contacto, en este caso digitales) e indica que muchas de ellas le parecen buenas. El espectador, sin embargo, solo conoce una. "Chevy azul y pareja bailando".

Se le puede llamar elección o, en el último de los casos, edición, pero lo que queda claro con 50 fotografías con historia es que una buena imagen, la imagen perdurable, también forma parte de una sucesión de tomas que indudablemente encuadran y contextualizan el resultado final. He ahí la importancia de las hojas de contacto. Y he ahí precisamente la necesidad de encuadrar las imágenes en su propio contexto material. En la sintaxis gráfica de la que forman parte.

Otro elemento indiscutible de la fotografía que confirma 50 fotografías con historia es el hecho de la imagen como documento. Otro ejemplo. Finales de los años 50. Carlos Pérez Siquier fotografía un barrio miserable llamado La Chanca, en Almería (sureste de España). Su intención es doble. Por un lado, denunciar la pobreza extrema en el franquismo. Por el otro, ensalzar a las personas que habitan esos espacios. Los objetivos de Pérez Siquier son muy parecidos a los de Juan Goytisolo, quien recurre a la literatura cruda y realista para manifestar las mismas inquietudes en La Chanca (1962). 

De ese proyecto fotográfico, que en origen sería un libro y que finalmente no llegó a ver la luz, emerge "La niña blanca" (1957). Una niña de poco más de diez años, apoyada con el brazo izquierdo contra el umbral de la puerta. Su calzado es casi inexistente. Probablemente es verano, porque la niña viste un vestido ligero, blanco pobrísimo, raído. Las paredes, a los lados, deslumbran. El suelo, tierra sin más. Pobreza por todos lados. Pero la niña está ahí, serena, impasible.

Y muchos años después, en otra La Chanca, en otra Almería y en otra España, incluso en un umbral que también es distinto, la imagen que surge es la de la hija de la niña blanca. Una mujer de alrededor de cuarenta años que buscó al fotógrafo que retrató a su madre para recrear la misma imagen de casi medio siglo atrás.

Como se habrá advertido, los senderos que abre 50 fotografías con historia en la historia de la fotografía española son, en términos reales, inagotables. No hay que hacer nada más que mirar la nómina aparentemente limitada pero en realidad amplísima. De Agustí Centelles a Ouka Leele, de Cristina García Rodero a Sofía Moro, de José Manuel Navia a Ramón Masats, de Gervasio Sánchez a Cristina de Middel, de Joan Fontcuberta a Chema Madoz y así sucesivamente durante 50 instantáneas con historia, contexto y muchísimo futuro.

Es probable que por su naturaleza 50 fotografías con historia haya dejado fuera a uno o dos fotógrafos notables en la historia de la fotografía española. No obstante, hay algo que resulta incuestionable: en 50 fotografías con historia están las 50 fotografías de la fotografía española que deben estar.

Qué duda queda. 50 fotografías con historia llegó para quedarse y para convertirse, por méritos propios, en un merecido longseller.

Queda por desear que esta experiencia editorial sirva como referencia para que pronto, en todos los rincones de la lengua cervantina, aparezcan libros que reúnan 50, 100 o 500 fotografías con historia. Todas ellas serán singulares.


50 fotografías con historia en la PIC.A (Alcobendas)
Presentación del libro 50 fotografías con historia. PIC.A (Alcobendas) (23/01/2018)
©José Carlos Morales

50 fotografías con historia en la PIC.A (Alcobendas)
Matías Costa, José María Díaz-Maroto y José María Mellado. Presentación del libro 50 fotografías con historia. PIC.A (Alcobendas). (23/01/2018)
©José Carlos Morales

viernes, 10 de marzo de 2017

"Un gran historiador", o la historia mexicana sin lágrimas

Un célebre youtuber acaba de publicar un libro "de historia" en México. El sector de los historiadores se revuelve...

En este tipo de asuntos, la clave se encuentra en la raíz del problema: la irrupción de las redes sociales y por lo tanto la proyección desde esos espacios de personas que saben usarlas a personas que las frecuentan.

Cuando surgió el canal de YouTube de Chumel Torres ("El pulso de la República"), lo primero que llamaba la atención era el desenfado de su discurso. Pero conforme se sucedían los episodios, cualquier persona que frecuentara periódicos y revistas se habría dado cuenta de que las "reflexiones" de Chumel y compañía no era otra cosa que el pastiche de una multitud de fuentes que nunca se citaban explícitamente (Proceso, Reforma, La Jornada...). Chumel Torres se fusilaba de manera inmisericorde el trabajo de los periodistas de verdad, aderezándolo todo con buenas dosis de chistes de clase media mexicana blanca y misoginia (por ejemplo, uno de sus chistes recurrentes era señalar que los egresados del CCH son unos semianalfabetos, sugiriendo como motivo el origen social de quienes han estudiado ahí. También le debemos la popularización del término "ayotzinapo", palabra con la que se designa, en términos despectivos, a quienes siguen de cerca las movilizaciones en repulsa de la desaparición masiva de estudiantes indígenas de Guerrero, al sur de México, en 2014, o el refuerzo del estereotipo de las mujeres mexicanas de clase media como débiles mentales).

En relación con el libro, debe quedar claro que indudablemente está dirigido a personas que de manera habitual no leerían un libro de divulgación histórica. Eso puede ser positivo. El margen de los de por sí pocos lectores no especializados podría ampliarse ligeramente.

Desde el lado negativo, sin embargo, hay tres problemas considerables.

El primero es que las redes sociales siguen poniendo a prueba el nivel educativo de los sectores que las frecuentan. Que los youtuber se erijan en líderes de opinión cuando es la vacuidad lo que los define demuestra el pésimo estado educativo de un país como México (mal de muchos... México no es la excepción, en realidad está pasando en todo el mundo).

El segundo problema involucra a las editoriales mexicanas, públicas y privadas. Todo parecería indicar que carecen de imaginación para generar libros divulgativos rigurosos pero accesibles y amenos y, además, llegar a un público cada vez más amplio. Es indudable que les vendría bien ver con más frecuencia escenarios como el argentino o el español, donde los libros de divulgación histórica alcanzan niveles realmente envidiables, escritos por personas que conocen su tema y además con un estilo no especializado ni erudito.

El tercer y último problema son los historiadores... ¿Por qué no están escribiendo libros de divulgación y qué esperan para apropiarse de las redes sociales?

Mientras esos tres "problemas" persistan, tendremos Chumeles para rato.