viernes, 23 de agosto de 2013

Graham Greene en el país de la quinta frontera



Omar Torrijos, dictador caribeño de segunda fila…

Enrique Krauze

A finales de la década de los setenta y principios de la década de los ochenta, Graham Greene tuvo la oportunidad de visitar Panamá en distintas ocasiones.

Durante aquellos años, concretamente desde el golpe de Estado en octubre de 1968 y hasta la invasión estadounidense, en diciembre de 1989, Panamá fue un país gobernado por militares. Tras la instauración de la Junta Provisional de Gobierno, en 1968, una serie de vicisitudes y disensiones internas permitieron que el coronel y, más tarde, general Omar Torrijos Herrera se transformara en el hombre fuerte de lo que él mismo llamaba “la revolución”: un proceso de transformación política y social que tuvo como reclamo principal la devolución del Canal de Panamá y de la Zona del Canal, un espacio geográfico que partía por la mitad el territorio panameño y que era administrado íntegramente por Estados Unidos. Panamá, decía Torrijos, era el único país en el mundo con una quinta frontera.


Como era de esperar, la “revolución” pretendía ser todavía más: en términos amplios, un proyecto de desarrollo vinculado a las demandas populares. Así, si es verdad que ya en su momento se hablaba de una dictadura populista, también es verdad que había quienes veían el germen de algo que se acercaba a la socialdemocracia. Sea como fuere, Omar Torrijos gozaba de una inmensa popularidad entre sus conciudadanos, pero también de una fuerte aversión entre sus opositores.


En esos momentos Centroamérica es un espacio geográfico plagado de tensiones políticas y enfrentamientos violentos. En Nicaragua, el Frente Sandinista de Liberación Nacional se enfrentaba a la dictadura de Anastasio Somoza. En Guatemala se sucedían los golpes de Estado mientras Belice, el país vecino, le disputaba asuntos de soberanía territorial y pugnaba, al mismo tiempo, por obtener su independencia. En El Salvador se configuraban las condiciones que darían paso a la guerra civil de los años ochenta. Sólo Honduras y, por supuesto, Costa Rica gozaban de una relativa tranquilidad.


El resultado de los viajes de Greene a Panamá fue un libro publicado en 1984, Getting to Know the General. En él, Greene ofrece uno de los testimonios más íntimos sobre Omar Torrijos, aquel militar desenfadado que sabía cómo hablar a los campesinos porque fue hijo de profesores rurales y que había emprendido una colosal empresa en busca de la soberanía absoluta de su país: el desafío a los Estados Unidos mediante el reclamo del Canal de Panamá. Si la historia registró el hito del Tratado Torrijos-Carter, Greene, en cambio, habla del hombre que sueña reiteradamente con la muerte y que se prepara a emprender la guerra de guerrillas en caso de que Goliat no ceda a sus demandas.


Pero viajar a Panamá en los años en que lo hizo Greene no implica ver sólo lo que ocurre en Panamá. Así, en el transcurso de sus diversos viajes se entrevista con los guerrilleros sandinistas, visita a George Price (el artífice de la independencia de Belice), interviene en la liberación de dos banqueros ingleses secuestrados por guerrilleros salvadoreños e incluso, tras la muerte de Omar Torrijos, se presta para ser el mensaje de la continuidad del régimen panameño. (En Adiós muchachos, Sergio Ramírez dice que Graham Greene regresaba a Panamá después de la muerte de Torrijos porque tenía “un alma inocente”. Por desgracia, Getting to Know the General termina en 1983, y no es posible saber si Greene pensaba lo mismo al final de sus días.)


Algunos lectores de Getting to Know the General han sido completamente injustos con el libro, calificándolo de “intrascendente” o acusándolo sin ambages de cómplice con la dictadura por omisión de argumentos críticos. Estas opiniones resultan desconcertantes y es difícil saber qué era lo que esos lectores esperaban. Lo que queda claro es que se trata de un libro eximido de objetividad, pues no es ni un reportaje periodístico ni una biografía al uso, sino un simple y llano libro de memorias en el que es posible descubrir, en primer lugar, a los personajes centrales de ese ejercicio memorístico: Omar Torrijos y José de Jesús Martínez, “Chuchu”. Por supuesto, también está el propio Graham Greene. Al fondo, Centroamérica y Panamá en uno de esos momentos en que la historia ofrecía a sus protagonistas, según el propio Greene, sólo dos opciones: la vida o la muerte. Como se sabe por los hechos, Omar Torrijos eligió la vida, aunque fue vencido por la muerte. Quizá la misma con la que soñaba.


La historia editorial de este libro en su traducción al español ofrece pocos sobresaltos. Juan Villoro lo tradujo con el título El General para la colección Popular del Fondo de Cultura Económica en 1985 y, al parecer, se trata de una edición aún disponible. Ahora, casi treinta años después de su publicación original en inglés, Capitán Swing lo rescata con el título Descubriendo al General en un momento más que oportuno. No sólo porque en 2014 se cumplirá el primer centenario de la inauguración del Canal, en este caso en manos de los panameños, sino también porque la próxima celebración del VI Congreso Internacional de la Lengua Española pondrá a Panamá en el vértice de la atención del mundo hispánico.1 

De manera complementaria, la edición de Capitán Swing ofrece dos materiales adicionales sumamente interesantes.

El primero de ellos, y a manera de prólogo, es un reportaje del periodista Jon Lee Anderson realizado en 1999 para The New Yorker. Pese a su brevedad, “Carta desde Panamá: parcelas en venta con vistas al mar” es un documento imprescindible para comprender a grandes rasgos las condiciones económicas, políticas y sociales del país en la última década del siglo XX. Así, un par de meses después de que Mireya Moscoso asumiera la presidencia y en vísperas de la devolución absoluta del control del Canal, Anderson subrayaba las intenciones explícitas de la nueva administración: investigar y enjuiciar los actos de corrupción cometidos en la administración anterior, actos que, al parecer, fueron el sello distintivo de los gobernantes que la precedieron. Y hay más: un amplio desarrollo económico basado en el estímulo de la empresa privada y la urbanización desaforada; una frontera problemática, la región del Darién; la penetración del narcotráfico y, en consecuencia, el papel estratégico de las bases militares estadounidenses; la firme voluntad de atraer inversiones internacionales para hacer de Panamá la Suiza de Centroamérica, al margen de que esos inversores sean delincuentes urbanísticos (Juan Manuel “John” Rosillo) o ex presidentes acusados de robo en sus países de origen (tal era el caso, según Anderson, del guatemalteco Jorge Serrano Elías). [El Prólogo de la edición de Capitán Swing puede leerse aquí.]


El segundo material complementario es un dossier con tres testimonios de Gabriel García Márquez sobre Omar Torrijos y Graham Greene. Cada testimonio corresponde a tres momentos distintos. El primero de ellos, publicado originalmente en 1977, es una semblanza de Torrijos a propósito del Tratado Torrijos-Carter, firmado en Washington en septiembre del mismo año. Se trata de un texto definitivo en la configuración de la imagen pública de Torrijos y es evocado por sus simpatizantes reiteradamente. Entre otras razones porque en él García Márquez realiza la célebre comparación de Torrijos con “una mezcla de tigre y mula”: de tigre por su “instinto sobrenatural y la astucia certera”, de mula “por su obstinación”. Lo que esos mismos simpatizantes suelen olvidar es que García Márquez también habla de un defecto: “la naturalidad absoluta”, rasgo que impedía que se tomara completamente en serio a un personaje que engrosaba el listado de los dictadores folclóricos.


Finalmente, los dos textos adicionales (“Graham Greene: la ruleta rusa de la literatura” y “Mi amigo Graham Greene”) arrojan luz sobre el escritor británico: jugador de la ruleta rusa con suerte, buen bebedor, conocedor de Hispanoamérica, heredero literario de Robert Louis Stevenson, Joseph Conrad y Henry James... De acuerdo con García Márquez, la habilidad de Greene para recrear atmósferas literarias fue un importante influjo para su obra, y aunque nunca le dieron el premio Nobel, entre otras razones porque los académicos lo consideraban poco serio, para el escritor colombiano Greene está en lista de los que no lo recibieron, que es todavía más interesante. [(1)“Omar Torrijos” puede leerse aquí. (2) “Graham Greene: la ruleta rusa de la literatura” puede leerse aquí. (3) “Mi amigo Graham Greene”: disponible sólo en papel.]


Hay un panameño al que no le gustó demasiado el libro de Graham Greene, pues vio en él “la imposición de una mirada imperial y británica”. A pesar de ello, se recomienda acompañar la lectura del libro con su música. El lector al que me refiero se llama Rubén Blades. Ahora bien, hay una segunda opción: la música de The Clash, sobre todo cuando surja la ominosa imagen de Noriega. Que el lector elija.



Envío

En 1989, a lo sumo 1990, por intermediación de Gabriel García Márquez y órdenes de Julio Scherer, el periodista mexicano Vicente Leñero tuvo la oportunidad de entrevistar a Graham Greene en su casa de Antibes, en la costa mediterránea francesa. El resultado fue una divertida crónica que recientemente se ha recopilado en el libro Más gente así (Alfaguara, 2013)¸ publicado en México. Puede leerse aquí, cortesía de la revista Proceso.


Descubriendo al General
Graham Greene. Descubriendo al General


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