lunes, 19 de noviembre de 2012

Hispanoamérica o el nuevo jardín de las Hespérides


Cuenta Sergio Ramírez que si José Martí nunca fue a Nicaragua, Nicaragua sí fue a José Martí.
Dicho encuentro habría ocurrido la primera y última vez que Martí y Rubén Darío pudieron verse, un 24 de mayo de 1893 en Hardman Hall, Nueva York. En esa ocasión quedó manifiesto un hecho incontrovertible para la posteridad literaria: que Martí era un maestro para Darío pero también, de alguna manera, un padre. “¡Hijo!”, exclama el poeta cubano al encontrarse “en un cuarto lleno de luz” con el poeta nicaragüense la noche de ese 24 de mayo. Inmediatamente después –prosigue Ramírez- tuvieron que separarse: Martí, involucrado en el movimiento revolucionario de la independencia de Cuba, continúa un periplo que lo conduce a Tampa, de ahí a Santo Domingo, prosigue a Puerto Príncipe y después a Costa Rica. Darío, por su parte, se embarca a Francia el 7 de junio. Nunca más volverían a verse. Dos años después, el 19 de mayo de 1895, Martí caería abatido en la Batalla de Dos Ríos. Darío, en Los raros, se lamenta: “pero ¡oh maestro!, ¿qué has hecho?”
El encuentro entre José Martí y Rubén Darío, narrado en “Hijo y padre, maestro y discípulo”, es uno de los tantos destellos recopilados en La manzana de oro. Ensayos sobre literatura de Sergio Ramírez. En esta antología hay, en primer lugar, una perspectiva privilegiada para observar de cerca a algunos de los protagonistas de la literatura hispanoamericana. La razón es que en las páginas del libro desfilan anécdotas y referencias puntuales a hechos que iluminan, y a veces engrandecen, a esos mismos protagonistas. Así, la evocación puede ceder su lugar al encuentro entre Martí y Darío, pero también puede conducir a una tarde con Luis Cardoza y Aragón en Coyoacán (“El río de la pasión”), a una visita a la Nicaragua revolucionaria con Julio Cortázar (“El Evangelio según Cortázar”), a una misteriosa reunión con Gabriel García Márquez en la que éste desvela las motivaciones de su próxima novela (“Nada llega a perderse”) o, finalmente, a una velada en la que un grupo de amigos –Carlos Fuentes, Álvaro Mutis, otra vez García Márquez- comenta cuáles son sus libros de cabecera, tararea boleros y recuerda versos o nombres de compositores de canciones populares (“De guapos de tiempos idos”).
Ahora bien, si Sergio Ramírez es uno de los autores más destacados de la literatura hispanoamericana, no es menos cierto que también es uno de los grandes conocedores de su tradición literaria. Al margen de su familiaridad con la literatura en general, Ramírez ha escrito algunos de los ensayos más lúcidos sobre importantes obras de la literatura hispanoamericana. En este sentido La manzana de oro reúne textos que han acompañado, como prólogo o como dossier, obras de Miguel Ángel Asturias (Mulata de tal), Pablo Neruda (Odas elementales y Otras odas), Juan Bosch (Cuentos completos), Augusto Roa Bastos (Hijo de hombre), Gabriel García Márquez (Cien años de soledad) y Carlos Fuentes (La región más transparenteLos años con Laura Díaz).
Precisamente el ensayo que da nombre a La manzana de oro es aquél en el que Sergio Ramírez analiza las implicaciones de La región más transparente en el contexto de la literatura hispanoamericana. Para el escritor nicaragüense, la novela de Fuentes es la respuesta al debate hispanoamericano que confrontaba tradición frente a modernidad en la primera mitad del siglo XX. Si el propio Fuentes dijo que Pedro Páramo era la manzana de oro del tema rural en la literatura hispanoamericana, y que a partir de Juan Rulfo era del todo imposible volver a tocar dicha manzana, Ramírez afirma que La región más transparente es la manzana de oro de la modernidad plasmada en la literatura, una modernidad en la que la naturaleza cede su lugar a la ciudad y en la que el ruralismo y el indigenismo académicos y asépticos, casi quirúrgicos, dan paso a lo urbano y su multiplicidad. En dicha realidad, lengua popular y lengua culta se entrelazan para proyectarse en una obra literaria que explora nuevas formas de expresión sin soslayar una búsqueda que hasta ese momento no ha dejado de ser prácticamente continental: la búsqueda de la identidad.
Pero si Sergio Ramírez es sobre todo escritor, no hay que perder de vista que también conoce el poder, el poder que se sufre y el poder que se ejerce. En el recorrido al que invita La manzana de oro es posible observar que, en realidad, el poder ha sido uno de los temas que más ha obsesionado a los escritores hispanoamericanos desde el siglo XIX, y que también ha sido un circunstancia que ha condicionado sus vidas y, por supuesto, sus acciones. Él mismo hace un recuento de la relación entre el intelectual y el poder, sin dejar de referir su experiencia personal como revolucionario sandinista, en “Cuaderno de encargos”.
Y aunque por convicción personal decidió dejar de ejercerlo, el poder no ha dejado de perseguirlo. Así quedó demostrado cuando el Instituto Nicaragüense de Cultura vetó el texto que prologaría una antología de Carlos Martínez Rivas, argumentando exclusividad en los derechos de publicación del poeta nicaragüense. La antología, originalmente pensada para la colección “Poesía para todos”, del diario El País de España, nunca fue publicada. Ahora, sin embargo, es posible leer el prólogo, “Horno al rojo vivo”, y percatarse de que las palabras de Sergio Ramírez a Carlos Martínez Rivas son las palabras de un amigo, a pesar de las marcas registradas y los derechos reservados.
Si Fuentes se refirió a Pedro Páramo como una manzana de oro, y Sergio Ramírez, parafraseándolo, se refirió a La región más transparente de la misma manera, leyendo La manzana de oro. Ensayos sobre literatura es posible afirmar que no hay una, ni dos, sino muchas manzanas de oro. En efecto: Hispanoamérica fue, en el siglo XX, el nuevo jardín de las Hespérides.


No hay comentarios.: