viernes, 3 de agosto de 2007

Roberto Aymes Art Latin Jazz - Bésame mucho

Una excelente noticia. El sello Jazzcat records y Roberto Aymes (bajista, compositor y conductor de un programa ya clásico sobre el jazz en Radio UNAM, en México) han decidido fortalecer su presencia en el panorama internacional. Y qué mejor espacio para hacerlo que Youtube. ¡Ah, Youtube, Youtube! Aquí, un clásico de Consuelo Velázquez.
Por lo que más quieran, no se pierdan "Candombe para Gardel" o la magnífica versión de "Summertime" (¡saborrr!), disponibles también en el menú.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Querido Hermano,
Leo tu nota sobre la versión del "Bésame mucho" de Roberto Aymes y vienen a mi mente infinidad de recuerdos. Éste por ejemplo, en los albores de este (trágico) siglo XXI, cuando el mismo Aymes -encomendado por el ICCM- organizaba "Los martes de Jazz" en el teatro "Benito Juárez", ubicado a un costado de la avenida de los Insurgentes, esquinado con la calle de Medellín. También recuerdo que a nosotros nos gustaba ir a aquellos (primeros) conciertos de jazz. En esas sesiones se podía disfrutar de un grupo diferente cada semana. Estaban, por ejemplo, Cráneo de jade, o el Cuarteto del mismo Aymes, un cuarteto (cuyo nombre no puedo recordar)que se hacía acompañar de un magnífico xilofonista y, como ocasión especial, un martes se reunieron varios miembros de grupos distintos para Clausurar aquella "primera" temporada de martes de jazz. En esa ocasión tuve el gusto de escuchar por primera vez a César Olguín, el gran bandoneonista argentino-mexicano, quien grabó dos discos después de su experiencia en el Japón: "Solo como un perro" y "Ni tan solo ni tan perro".
Querido hermano, no es hacer alarde de nada, tan sólo es el efecto que han causado tus palabras lo que expreso mediante este comentario. También me has provocado las reminiscencias de aquellas audiciones en tu piso, del tañido de la trompeta de Miles Davis, o los ataques al teclado por parte de Thelonius Monk. Querido José, has hecho lo que Pound exigía: mediante tu constancia y visión originalísima, has vuelto nuevo el jazz. Ya no lo escuchamos por seguir al "Club de la serpiente", ni intentamos ser un poco el testigo de aquél Jhonny... Nosotros tenemos nuestros propios ídolos y nuestro propio credo, pues a fuer de tiempo, de constancia, de nostalgias y de amor tenemos nuestro propio jazz. Apagamos las luces y quedamos en la oscuridad, nuestra propia oscuridad y no la de nadie más.
Aquéllos martes de jazz caminábamos por las calles, comprábamos con el dinero de una bequita café y tábaco, a veces a tu cuenta a veces a la mía, pero siempre con la intensión de pasearnos bajo las luces de aquél cielo, el cielo de México, y su silencio.
Nunca te lo dije, pero en aquellas noches intentaba ahogar -como esta noche- un mal de amores con todo el aire mojado con el cromo de los sax, y daba gracias -a quien se le tenga que dar gracias- de que en aquél luto no estuviera solo y pudiera contar, como en el teclado de un piano, con los acentos y compaces que emitía la voz de un hermano tan querido como admirado. Eso, querido José, tan sólo eso me ha provocado tu vídeo de Aymes. Espero todo esto no se te haya quedado en un día olvidado, como decía Baudelaire, y aún a pesar de estar en otro cielo sigas pensando en aquel cielo y en aquel silencio.
Te abraza tu hermano,
Héctor Iván

Unknown dijo...

Sí, amarcord, mi ricordo... Tu memoria siempre ha sido la más fiable; yo, por aquellos años, iba despertando a algo que me era completamente novedoso. Desanudaba esta y aquella atadura, daba un paso, y de pronto me encontraba con un mundo vastísimo. La música, nuestra música, el jazz.

¿Te acuerdas? Caminar de regreso al metro después de casi un par de horas de estar en el paraíso. Cruzar con cierto pasmo en la garganta Sullivan, enfilar sobre Insurgentes y llegar, finalmente, a la Glorieta, y ahí, donde drogadictos, niños callejeros y novios furtivos encuentran un espacio de refugio, hundirse en las entrañas del mounstruo para regresar a casa. Y claro, cómo no, el café roñoso, el tabaco denso, nuestro entusiasmo porque en ese preciso momento estábamos leyendo a Baudelaire, a Flaubert, a Melville, a Borges, a Cortázar.

En lo otro también tienes razón: a fuerza de constancia debemos apropiarnos de los códigos que alguien ha enaltecido hasta las estrellas. No se trata de imitar a nadie, se trata de encontrar lo que nos pertenece. Lo que puede motivarnos y debe contarse otra vez, de una manera distinta. ¿Debo decirte que para mí, el jazz, hace años que ha dejado de decirme algo cuando pienso en Julio? Después del cronopio, el universo. Y Aymes es un pequeño ejemplo.

No, amigo, non omnis moriar. No morirán los recuerdos, ni muere en mí aquél cielo al que le debo tan pocos gozos y tantos agobios. Vivo en otro país, convivo con otra gente, pero hay algo sobre lo que debo y quiero hablar. Eso es México.