Qué extraño sabor de boca producen las imágenes de Angelopoulos. Provocan ese tránsito entre la infelicidad infinita y la más bella de las alegrías. Tuve la suerte de ver ese filme una noche de sábado, como ésta, donde todos dormían en literas y yo -de pie- observaba en una pequeña televisión con mala sintonía. Cuánta verdad hay en las frases de esos niños, cuánto valor y cuánta tragedia. Estoy de acuerdo en que los niños, el motociclista, el caballo y también el chofer que viola a la niña deben de formar parte de nuestra vida para siempre, simulando un paisaje que alcance pasaje en la niebla.
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Qué extraño sabor de boca producen las imágenes de Angelopoulos. Provocan ese tránsito entre la infelicidad infinita y la más bella de las alegrías. Tuve la suerte de ver ese filme una noche de sábado, como ésta, donde todos dormían en literas y yo -de pie- observaba en una pequeña televisión con mala sintonía. Cuánta verdad hay en las frases de esos niños, cuánto valor y cuánta tragedia. Estoy de acuerdo en que los niños, el motociclista, el caballo y también el chofer que viola a la niña deben de formar parte de nuestra vida para siempre, simulando un paisaje que alcance pasaje en la niebla.
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