miércoles, 25 de enero de 2012

El día de la muerte de Theo Angelopoulos

La nota periodística que leo en un boletín de Televisión Española es más bien escueta. Dice simplemente que Theo Angelopoulos acaba de morir en las afueras de Atenas. Su muerte, por lo demás, es absurda: una hemorragia cerebral a consecuencia de un atropello. El arma homicida: una motocicleta. El ejecutor: un policía fuera de servicio. No hay más datos. 

El magnífico autor de películas imprescindibles como El viaje de los comediantes, Paisaje en la niebla, La mirada de Ulises o La eternidad y un día merecía una muerte menos trivial, más (digamos) lírica. Pero no fue posible.

Puesto que ya contaba con 76 años uno esperaba que en cualquier momento saltara la nota impertinente diciendo algo así como "muere rodeado de su familia el cineasta griego que a través de su mirada logró escudriñar el tópico helénico del viaje y de la búsqueda a través de sí mismo y de la historia, la personal pero también la colectiva, la de Grecia y la de Europa del sur".

Por supuesto, pienso en el personaje universal de Ulises, pero también en los actores que recorren provincias y pueblos, en los niños que vagan por Europa buscando a su padre, en el poeta -Bruno Ganz- que sabe que va a morir y recorre su existencia crepuscular intentando acompañar en su existencia floreciente a un niño albanés que huye de fuerzas ominosas y tangibles, en el cineasta norteamericano -un supremo Harvey Keitel- que busca en la Sarajevo devastada una película que es al mismo tiempo un testimonio y una prueba de realidad.

Y pienso, también, en la música que acompañaba a esa imágenes: música popular, Jan Garbarek, la inefable Eleni Karaindrou...

En algún momento de La eternidad y un día, el personaje de Bruno Ganz (un actor a quien se debería evocar por estas películas) reflexiona que la muerte es algo que llega rápido y que después de ella no hay nada más que la oscuridad. Supongo que Theo Angelopoulos lo sabía porque había reflexionado sobre ello. Y ahora también nosotros lo sabemos, aunque sea por este trago amargo de su muerte imprevista.

Gracias, Theo. No creo que haya para ti mejor epitafío que las siguientes escenas, y la música, de una de tus mejores películas. Descansa en paz, dondequiera que estés ahora.


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