miércoles, 22 de agosto de 2007

Bergson y el entusiasmo

Hace ya algunos meses que dedico una parte importante de mi tiempo a indagar la naturaleza de todo aquello que motiva la risa y que cómodamente hemos etiquetado con palabras como “humor”, “ironía”, “cómico”, etcétera, sin tener la delicadeza de aclarar qué es lo que queremos decir exactamente cuando usamos cada una de esas palabras. En algunos casos, también me he dedicado a investigar cuál es su origen y qué es lo que significaban exactamente cuando surgieron (ya se sabe, en este tipo de cosas nunca está de más recordar que las palabras cambian de significado con el transcurso del tiempo, o que lentamente desplazan su contenido semántico de lo particular a lo general o viceversa).

En este viaje, que me ha llevado de Aristóteles a Pirandello, he hecho descubrimientos que no necesariamente están relacionados con el objetivo principal de la expedición. Uno de ellos, el más reciente, me lo proporcionó Henri Bergson, con el avistamiento de su Le rire. Essai sur la signification du comique, un librito publicado originalmente en 1900 y que en las Oeuvres del filósofo francés, en Les Presses Universitaires de France, ocupa poco más de 80 páginas.

Por paradójico que parezca, y aunque el objetivo principal de Bergson sea teorizar sobre lo cómico, el descubrimiento más deslumbrante de su lectura no me lo otorgó la aguda teoría sobre los motivos por los que reímos ni el objetivo que una sociedad determinada persigue con este acto. Casi al concluir la lectura del libro, lentamente, descubrí que además de ser todo lo anterior, Le rire es también un breve tratado sobre el arte, y que se revela únicamente después de haberlo leído. Se trata, quizá, de uno de los más intensos que hayan recorrido mis ojos y que desde ya ubico entre mis predilectos, al lado del Die geburt der tragödie, de Nietszche. La cercanía en que yo los coloco no es del todo casual, pues la materia es la misma, aunque vista como a través de un caleidoscopio. Así, si Nietszche se propone rastrear el origen de la tragedia griega, su evolución y además sus implicaciones, Bergson diserta sobre lo cómico como expresión dramática y además establece categorías que parecen ser aún completamente válidas en lo que al drama se refiere.

Y donde deseo detenerme, precisamente, es en la visionaria perspectiva que el filósofo francés tiene sobre el arte y el drama. Según él, el arte no es otra cosa que una manifestación, placentera, de todo aquello que todos los días pasa desapercibido para el individuo que no cuenta con el don de interpretación del artista. En este sentido, el artista es, por decirlo de alguna manera, un ser privilegiado, porque tiene un papel de intermediación entre la realidad y los seres humanos, porque les ayuda a comprenderla. Pero el drama (esto es, una de las tantas formas del arte) va más allá; con el drama no sólo hablamos de arte, sino también de revelación, de descubrimiento interior, de individualidad profundamente dramática, de visión. Sí, visión, revelación, descubrimiento, todo esto es el drama, y las fibras que toca son por completo las más profundas.

Ce que l’artiste a vu –escribe Bergson-, nous ne le reverrons pas, sans doute, du moins pas tout à fait de meme; mais s’il l’a vu pour tout de bon, l’effort qu’il a fait pour écarter le voile s’impose à notre imitation. Son oeuvre est un exemple qui nous sert de leçon. Et à l’efficacité de la leçon se mesure précisément la vérité de l’oeuvre. La vérité porte donc en elle une puissance de conviction, de conversion meme, qui est la marque à laquelle elle se reconnait. Plus grande est l’oeuvre et plus profonde la vérité entrevue, plus l’effet pourra s’en faire attendre, mais plus aussi cet effet tendra à devenir universel. L’universalité est donc ici dans l’effet produit, et non pas dans la cause.

Plus grande est l’oeuvre et plus profonde la vérité entrevue... Repito para mí mismo estas palabras y me doy cuenta que estoy de acuerdo. Entre más grande sea una obra, entre más profunda sea la revelación que realiza, mayor será su tendencia a hacerse universal... aunque tarde tiempo en hacer efecto...

Ignoro quiénes son los lectores actuales de Bergson, y tampoco sé si son estudiantes de filosofía (lo más probable) o simples paseantes, como yo. Supongo que alguno de esos lectores comprenderá que a Bergson le debo algunas palabras sabias que me recuerdan la importancia de ciertas manifestaciones artísticas, y que esas mismas palabras me devuelven el entusiasmo.

1 comentario:

Isabel Martínez dijo...

Me parece que estoy de acuerdo con el señor Bergson sobre el papel del artista. Yo se lo hubiera aplicado a los poetas, pero porque para mí todas las artes maman de lo poético -por algo la palabra significa creación, no?-
Me encanto descubrirte por aquí y la música de jazz tan fantástica de otro de los post.
Espero que sigas escribiendo y compartiendo.
(Ah, menos mal que tu post ya interpretaba a Bergson, que si no me quedo en nada... Me da tanta rabia encontrarme citas textuales en un idioma que desconozco... La próxima se agradece una traducción de andar por casa para profanos).
Un beso.